sábado, 21 de septiembre de 2013

Madrid, 20 de septiembre de 2013 (Estación Sur)

Un chico besa a una chica en los labios, la frente, las mejillas, el pelo y posteriormente la protege con su abrazo en un intento desesperado por mantenerla ahí cinco minutos más. Ella le susurra al oído lo que imagino que será la promesa de volver a verse pronto, tal vez no tan pronto, pero volverán a verse, lo veo en sus ojos. Se separan, no sin trabajo, y ella sube. Cuando el autobús se aleja el chico hace lo mismo pero en otra dirección que por sus hombros caídos y los ojos enrojecidos puedo intuir que no es la que a él le gustaría.

Un joven baja de un autobús y camina apresurado. Lleva una maleta de mano más bien pequeña. Lo observo curiosa hasta que llega a su destino. Se para frente a un señor mayor con el pelo cano y la cara surcada de arrugas. Se sumergen en un abrazo que aún estando a unos metros de ellos no puedo llegar a descifrar todo lo que se dicen con él. Cuando se separan, el hombre le da una cachetada cariñosa al muchacho en la mejilla, y ahora sí, desde aquí puedo leer los labios del joven: “Ya estoy en Madrid, abuelo”.

Una mujer muy elegante sentada a mi lado habla por el móvil: ha surgido un imprevisto mamá, quédate con los niños este fin de semana (…), si lo sé, el trabajo acabará conmigo (…), vale mamá (…). Volveré el lunes (…). Te quiero mamá y gracias.

Un autobús acaba de llegar a la estación, es el mío con destino Sevilla, veo bajar un grupo de chicas alborotadas entre risas escandalosas, sin duda son de mi tierra: ¡A conquistar Madrid chicas! Anima una.


Ellas llegan, yo me marcho. Ya he disfrutado de Madrid, ahora es su turno. 

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